Para muchos, el salto a la valla supone un riesgo que no pueden permitirse no intentar. Al otro lado hay esperanza y, por poca que sea, es más de la que tienen del lugar del que huyen. En 2014, una joven camerunesa de 15 años se convirtió en la primera mujer en saltar la alambrada de Melilla. Como el resto de sus compañeros, tras un largo y extenuante camino, consiguió superar la triple valla de seis metros de altura. Descartaba cualquier otra alternativa, rechazaba la compasión. Nada la frenó.
Su historia es una de las muchas que inspiraron a Benito Zambrano en su nueva película El salto (2024), que llega a los cines este 12 de abril, en la que la actriz Edith Martínez-Val se mete en la piel de otra joven que decide correr la misma suerte.
En la ficción, ella es Aminata, una chica empeñada en saltar la valla y llegar a España. Una hazaña física que no está al alcance de cualquiera. “Quería estar en el proyecto desde ese primer casting. No nos contaron la historia exacta, pero sabía que era un tema sobre la inmigración y quería formar parte”, explica. Edith nació en Lanzarote pero siempre ha vivido en Madrid. Formada en arte dramático, hace relativamente poco que comenzó en el mundo del cine y la televisión, donde debutó con la serie de Dos Vidas, de RTVE y vive la oportunidad que le ha dado Zambrano, director de la película y ganador de dos Goyas, como un auténtico sueño, pero también sintió mucha responsabilidad. “Sinceramente, al principio, estaba cagada de miedo”.
En la película, su sensibilidad traspasa la pantalla a través de su mirada, con la que debe expresar muchas cosas que su personaje calla. Además del trabajo emocional de su personaje, Edith también tuvo que ponerse en forma y prepararse para la escena del salto. “Tuvimos mucha preparación, estuvimos en un rocódromo durante varias semanas antes de que nos lanzasen a la naturaleza y a la escena final”, cuenta.
El salto, una nueva historia que denuncia la situación que viven los migrantes subsaharianos, no solo en su periplo por traspasar las puertas hacia Europa, sino también en su lucha por conseguir una vida digna una vez han conseguido entrar. La película parte de la historia de Ibrahim, al que da vida el actor francés Moussa Sylla, que llegó a España desde Guinea Conakry y está a punto de ser papá. Un día, la policía le detiene por carecer de permiso de residencia y es deportado a su país. A partir de ese momento, su único objetivo será regresar a España para reunirse con su mujer y su futura hija.
Durante el rodaje, Sylla y Edith conoció a muchos compañeros de reparto que había vivido una experiencia parecida a la de Ibrahim. “Nos ayudó mucho que nos contaran sus y conocer cómo se sintieron. Me di cuenta de una realidad que desconocía realmente, a veces oímos historia que nos parecen tremendistas, pero cuando sabes por lo que han pasado no quieres que se repita algo así para nadie”, defiende. Desde el 2014, 27.000 personas han muerto tratando de cruzar la valla o a través del Mediterráneo. La película está dedicada a ellos, a quienes murieron, a quienes llegaron y a quienes les recibieron con los brazos abiertos.
Raquel Elices para RTVE